Cuento» BUSCANDO EN UNA MALETA

Ocho meses más tarde, cuando conseguí dar con el paradero de Gustavo Salinas, agregué a mi colección la entrevista que gentilmente me concedió.
La primera impresión que tuve sobre él, al leer la denuncia, fue la de un muchacho de escasos recursos económicos, pero compensados por su gran valentía y audacia. Al conocerle personalmente, me sorprendí por haber atinado en sólo una de esas tres características. Don Gustavo Salinas Luza, señor que superaba los 60 años, era un acaudalado empresario que anteponía sus deseos al miedo.
Antes de cumplir los cuarenta, el señor Salinas ya había forjado una gran fortuna, llegando a ser el dueño de los 17 mercados de abasto de su ciudad. No obstante, durante todos esos años de trabajo, siempre estuvo acompañado por esa clase de tristeza que dejan las grandes alegrías al irse. Sin embargo, él no recordaba ese momento de felicidad. Por tanto, pensó que sólo se trataba de una insatisfacción que provenía de la pobreza de su infancia y que desaparecería al convertirse en un hombre rico, pero el malestar no cesó.

Qué tiempos pasamos, ¿no? Bueno, tú la vaciaste y te metiste dentro. Tu hermana te ayudó. La cerró. Al día siguiente, Esteban te sacó dormido de ahí, guardó nuevamente sus cosas y se fue. No sabes cómo lo odié después, y a mí por odiarlo, no sabes cuánto lo quería, era mi hermano preferido. Sé que no te podía llevar en una maleta, no soy estúpida, pero por qué demonios te hizo esa promesa. Bastaba con decirte desde un principio que debía viajar solo. Casi te me mueres, pequeño. No comías, no jugabas…”.

Tras agotar todas las posibilidades relativamente lógicas, decidió ir a España dentro de una maleta, a sus 54 años. En medio del trayecto, recordó aquella remota felicidad. La noche previa a la partida de su tío, Gustavo dejó volar su mente y viajó en el interior de la maleta a todos los sitios que él pudo crear, incluyendo a una Europa formada por recortes de realidad y fantasía, de épocas entrecruzadas... y así soñó hasta quedarse dormido al amanecer. A sus 5 años, ese rectángulo agujereado significó la puerta que lo comunicó con su más sublime imaginación, la que quedó bloqueada cuando se marchó su tío, la que comenzó a abrirse cuando se atrevió a buscar.
por Rafael R. Valcárcel

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